LA CAMINATA

“A los 12 años sabia dibujar como Rafael, pero necesite toda una vida para aprender a pintar como un niño”.

Pablo Picasso

El caminar de frente con la pareja, y tener la capacidad de transmitir, jugar, interpretar y no solo de coordinar, muestra en el bailarín un cierto grado de maduración en el tango.

Pese a su importancia, es difícil trabajar este concepto durante ratos extensos de clase en estadios tempranos de aprendizaje. Los alumnos están sedientos de conocimiento, y quieren materializar contenidos. El caminar hacia adelante se presenta como una actividad sin atractivo y sin demasiado sentido para el principiante. Por eso es que, aunque no se logre una perfecta caminata al comienzo del aprendizaje, se comienza a enseñar figuras y desplazamientos.

1-¿Por qué las figuras, si es tan importante caminar?

Las figuras son atractivas y mantienen despierto el gusto por el baile al probar las diferentes posibilidades de movimiento, al poner a prueba el compromiso y la coordinación del cuerpo en un todo estético y definido. Así también, encierran conceptos técnicos referentes a la postura, los apoyos, las formas de dirigir, el manejo de las intensidades, etc., que más tarde influirán en el manejo del cuerpo en general, y obviamente, en el caminar, ya que para esto, también se necesita la adquisición de contenidos técnicos. En resumen, con las figuras aumentamos los recursos estéticos de este baile, a la vez que vemos la técnica de manera divertida (por eso se comete un error cuando se enseña una figura a un alumno para que se divierta sin hacer hincapié en los detalles técnicos que encierra).

Incluimos la caminata como nexo entre las diferentes figuras, aunque sin darse cuenta, están trabajando poco a poco la técnica del caminar.

2-Se pasa por distintos profesores, estilos, figuras y milongas. A lo largo de ese camino de disfrute y aprendizaje, además del proceso paulatino de incorporación técnica y diversidad de contenidos, sucede algo que solo se logra con el tiempo y la práctica: el cuerpo madura en tango, se va aggiornando. Las caderas basculan lo necesario, se adquiere mayor tranquilidad y seguridad en los movimientos, mayor coordinación corporal y complicidad con respecto a la pareja. La situación del centro de gravedad, la parte del pie que entra en contacto con el suelo, la conexión cuerpo-pierna para avisar a la pareja las distintas intensidades, la utilización del mismo en función del ritmo…el cuerpo en sí, se predispone cada vez más rápido para cada situación.

3-Por otro lado, paralelo a todo esto, aparte de todo el repertorio de figuras y desplazamientos, de los juegos y quiebres, aprendemos a reconocer lo importante: nos queda el caminar, como la dinámica que más nos permite conectarnos con la pareja. El puente de acceso al entendimiento real. Por más figuras que se ejecuten, la verdadera conexión resulta evidente en la caminata.

Nos puede parecer que todas las figuras que aprendimos son contenidos sin importancia, superficiales y con el solo objetivo de distraernos. Sin embargo, tal vez tengamos que recorrer ese camino para encontrarle sentido a la dinámica del caminar, para detenerse a sentir esa conexión.

Por más que un alumno practique y practique, no podrá quemar etapas. La pisada en la caminata de un bailarín que tiene 3 meses de baile no se acercará a la técnica, seguridad y tranquilidad del que lleva 5 años. Y ni hablar de las sensaciones que le provoque. Y eso no es por otra cosa que por la experiencia, las variedades y repeticiones de cada paso en una clase o en una milonga.

En definitiva, comenzamos nuestra primera clase de tango aprendiendo a caminar. Tanto recorrido para terminar en lo mismo. Pero hay que leer entre líneas e intentar comprender que tal vez no lleguemos a ese punto de maduración sin un bagaje de experiencias que nos brinden, al final, la fluidez de movimientos necesaria, la llave maestra a la seguridad plena a la hora de dominar este baile.

A los pocos meses de aprendizaje, sabemos hacer un montón de figuras. Tardamos muchos años en aprender a caminar con soltura y decisión, y en encontrar el sentido que encierra este contenido. Sencillo, minimalista, pero cargado de un profundo significado.

Guillermo Alvarez

Feo, lindo. Malo, bueno.

El Tango, como baile, es exigente en la colocación de los apoyos, en el perfil que adoptan los mismos, en la comunicación con la pareja y en la actitud del cuerpo en general. Cinco o diez centímetros más allá o acá en la colocación de los apoyos ya dan muestras de un equívoco en la ejecución de los movimientos. En el Tango hay poco margen de error, o es más difícil solaparlos. Por eso la complejidad del Tango desde el inicio del aprendizaje: exigirá del alumno una predisposición y atención más comprometida que en otros bailes.
Pero cabe diferenciar el movimiento que está mal hecho, del que no goza de la estética suficiente como para considerarse bonito. Puede ser correcta la ejecución de un desplazamiento o de una figura que respeta las normas, la lógica y la posición de las distintas partes del cuerpo en cada situación, sin que se note la belleza estética en la consecución de los movimientos (y a veces, los movimientos de algunos bailarines, sin poseer una técnica perfecta, son agradables a la vista y en el hacer. Existen habilidades propias, naturales, aparte de los que se aprende en clase, con las que se logra un todo estético aceptable y bonito sin rendir cuentas a los parámetros técnicos habituales).
Técnicamente hablando, el movimiento de un principiante puede ser considerado hasta torpe, pero puede conservar la característica de bien ejecutado. No se puede exigir de un alumno que lleva pocas semanas practicando Tango a que nos deslumbre con su baile. Sin embargo, puede no equivocarse y hacer un movimiento correcto.
Un cruce hacia adelante, hasta que se logra realizar con una buena flexión-extensión de pierna, basculación de cadera, disociación corporal, verdadero deslizamiento del pie, suavidad en el momento del apoyo, puede pasar mucho tiempo. Pero es posible considerarlo correcto desde el inicio si se gira adecuadamente y aterriza con los apoyos en el lugar indicado. Los profesores somos los que tenemos la idea clara acerca de la amplitud de movimiento necesaria y los limites de los mismos para determinar si es una buena ejecución o no.
Las figuras que se presentan al alumno son cada vez más complejas. El nivel de la clase está determinado por esas mismas figuras. Pero la ejecución de los movimientos que la conforman, es decir, los cruces hacia atrás, adelante, aperturas, y movimientos definidos como boleas, ganchos y planeos, tienen una evolución paralela, por lo cual, existe una doble vara de medir: Una, que mide el grado de complejidad de las figuras que se ven en clase. Otra, que mide el grado de perfección de los movimientos básicos que las conforman
Si se enseña una figura a un grupo que tiene 3 meses de práctica. Está claro que adquirirán el contenido y se podrán hacer con la figura, aunque sus cruces y aperturas, incluso la fluidez de movimientos, no sea la perfecta. Existe una exigencia de nivel determinado por la figura que se enseña y otra, en la realización de los movimientos que la conforman. La figura puede estar bien hecha aunque, por el momento, no se vea bonita estéticamente, ya que, los componentes que la conforman no tienen la madurez necesaria para aportar la tranquilidad y la sensación de seguridad en su ejecución.
A un grupo que tiene 2 años de práctica, se le recuerda una figura sencilla o se le enseña una más compleja. La exigencia en la ejecución de los cruces y aperturas será mayor. Es necesario que aparte de ejecutarse bien la figura, se le exija la técnica en cada movimiento de manera que, estéticamente, quede aceptable. Dependiendo de la cantidad de tiempo de práctica que lleve el alumno, es la exigencia por parte de profesor. Cuanto más tiempo de práctica, mayor es la exigencia en cuanto a belleza de la ejecución. Existen otras variables que condicionan la vara de medir: las posibilidades del alumno, los estímulos semanales de clase, la frecuencia con la que acude a la milonga, etc.
En cuanto a la evolución de los movimientos definidos utilizados en el Tango, los ejercicios de técnica en forma aislada son tediosos como necesarios. Es posible practicar la técnica a través de figuras y desplazamientos, siempre y cuando se imponga la rigurosidad de los detalles en los puntos claves de los movimientos en general. Es decir: si se practica la técnica a través de figuras para que resulte más ameno, no dejar que la figura en sí, nos absorba la atención de manera que nos olvidemos de los detalles de los componentes que la conforman. O sea, evitar que los arboles no nos dejen ver el bosque.

Guillermo Alvarez
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EL TANGO, COMO LA VIDA, ES UNA CARRERA DE FONDO

Los que entraron a buscar pareja, dejan cuando la encuentran.
Los que entraron después de ver una película para saltar por los aires y vivir su sueño y tener su propia estrella, abandonan cuando el tango se les presenta algo aburrido y carente de encanto, al no abordar contenidos como ganchos ni movimientos espectaculares en las primeras clases.
Los que entraron porque pensaban que era una materia pendiente que tenían en su lista de cosas que hacer en su vida, lo dejarán cuando hayan pasado algunos meses.
Los que soñaron que el día de mañana haría una coreografía de tango en un escenario, lo dejaran cuando se les presente la oportunidad de presentarlo en las fiestas de su pueblo.
Los que entraron para obtener más protagonismo, lo dejarán cuando se les presente otra actividad donde consigan aún más.
Los que entraron pensando que la pasión se les iba a despertar apenas entren en la sala, dejarán después de un tiempo, cuando sin darse cuenta de que la pasión es un proceso interno que no se busca, no llega a florecer.
Los que entraron porque sus amigos bailaban tango, dejarán cuando estos no puedan continuar.
Los que entraron por cualquier motivo, y se dieron cuenta de que la sensación de flotar, de que la complicidad de pareja puede ser plena, de que en ningún baile como este se llega a un umbral tan alto de creatividad, pasando por encima de la belleza estética, las luces, los flashes, etc. Ellos, se quedarán.

Guillermo Alvarez

LAS EDADES DEL TANGO

(No correlacionada con la edad real de las personas)

Comenzamos, infantiles, teniendo poca idea, o ninguna, y acatando los dictámenes de nuestros profesores como si de leyes divinas se tratase. Cruzamos donde nos dicen, nos abrazamos y marcamos tal cual nos lo enseñan. Si nos dicen que nos tiremos de un puente, lo hacemos. Somos fieles y defendemos sus ideas aunque carezcan de lógica. Nos tienen encandilados y nos llevan de la mano a las primeras milongas. Seguimos sus consejos, compramos los zapatos que nos recomiendan y escuchamos atentamente los códigos de la milonga. Generalmente nos portamos bien. Y cuando pensamos que cometemos un error, nos sonrojamos pensando en que todo el mundo nos está mirando, delirio persecutorio que nos acompaña durante un buen tiempo. El primer día en la milonga nos quedamos sentados, y cuando salimos a bailar la primera vez, nos puede llegar a caer la gota de sudor aunque estemos en pleno invierno. Todo es nuevo. Y todo nos llena de ilusión. Desde el primer par de zapatos de tango que estrenamos hasta el primer viaje que hacemos con el grupo de clase.

Pasamos por una etapa de pubertad y adolescencia, donde nos volvemos un poco contestatarios. Devoramos todo material tanguero y comenzamos a replicar las teorías. A preguntarnos el porqué de todo lo que hacemos. Nos independizamos de nuestros profesores de siempre para buscar nuevos horizontes y nuevos retos. Un viaje a un congreso, una exhibición furtiva, una clase que damos. Creemos que sabemos mucho y en realidad sabemos poco. La inocencia y el desconocimiento nos permiten hacer de todo.
Adquirimos figuras novedosas y movimientos fuertes y acrobáticos. Nos hacemos una idea propia del tango. Incluso, nos apropiamos un poco de él. Lo hacemos un poco a nuestra medida. Vamos a todas las milongas habidas y por haber, y bailamos con todos/as.
Se vive el tango un poco deprisa, y tejemos algunas historias con gente de la milonga. Es una etapa que deja muchos recuerdos

Llegamos luego a una etapa de madurez y de conciencia, donde reflexionamos y nos damos cuenta de que en realidad sabemos poco, aunque tengamos mucho andado y aprendido. Nos volvemos más responsables y cuidadosos con la postura, la elegancia, el hacer sentir bien a la pareja. Hemos hecho nuestra selección natural de figuras y disfrutamos más con ellas. Nos detenemos a apreciar momentos específicos de la música y buscamos recursos acordes con la intensidad justa. Nos parece superficial la búsqueda constante de movimientos estrambóticos. Queremos tener la sensación de que somos correspondidos en nuestro baile, que la imaginación se pone en marcha para sorprender a la pareja, que somos auténticos y originales.
El paso avanza a medida que la pierna y nos deslizamos casi sin levantar la punta del zapato. Ya no se sufre buscando la forma justa del abrazo porque nos acomodamos con más rapidez a las parejas con las que bailamos. Así también, detectamos enseguida quién sabe apilarse y quién no. No se tiene tanta paciencia como al principio y se elige con quien bailar. Se aprende a decir que no y a buscar bailar con quien se siente uno más cómodo/a.
Conocemos mejor la música, y captamos los matices. El cuerpo, inteligente, interpreta los altibajos, los tiempos fuertes y los silencios.

Todo para llegar a una etapa donde la sencillez cobra muchísimo sentido. La complicidad con la pareja, el andar pausado. No nos importa demasiado el qué dirán. Nos gustan los silencios. No comprendemos a los adolescentes, que quieren aprender figuras de la forma más rápida posible. Nos importa más el caminar hacia adelante y lograr la verdadera conexión antes que una figura. Ajenos a los que nos rodea, nos encapsulamos en el abrazo y escuchamos la música. Andamos confiados, como peces en el agua. La milonga se convirtió en nuestro hábitat natural. Y nuestra seguridad, se pone de manifiesto en la firmeza en la pista, sin darnos cuenta: en el pisar, en la entereza, en la inteligencia en la búsqueda y utilización del espacio.
Hemos acomodado el cuerpo y los músculos no van a moverse más que lo estrictamente necesario. La técnica se ha instalado y ha venido para quedarse.
Sin darnos cuenta, el camino a la milonga se podría hacer con los ojos cerrados. La bolsita con los zapatos de tango nos esperan colgados en el armario, o en el maletero del coche, sabiendo que no vas a faltar a la cita semanal.
Andamos tanto camino para llegar al principio. Comenzamos la primer clase caminando hacia adelante con la compañera, y terminamos encontrando el sentido de todo esto, después de tantas figuras y desplazamientos, en la misma idea.