PRECONCEPTOS EN EL TANGO

Para los alumnos se hace difícil hacerse una idea de cómo bailar el tango, tener una noción clara acerca de lo que es un equilibrio entre todos los contenidos que se aprenden en las clases.
Después de las primeras lecciones, donde se aprenden los pasos básicos, a moverse en la pista, a conocer las reglas del juego, las marcaciones, etc, nos adentramos en el mundo de las figuras, que a partir de un movimiento básico, encadenamos movimientos, intentando crear un todo estético, coordinado y vertiginoso.
A los años de aprendizaje, nos damos cuenta que tenemos en el haber, numerosas figuras. Podemos tener claro donde nacen y como terminan, pero se nos alborotan en la cabeza como un sinfín de alternativas. Y preocupa el alumno que acumula clases, y por lo tanto, contenidos, y no acude a la milonga por diferentes motivos. A veces, preconceptos que en la mayoría de los casos son erróneos.
Por eso es necesario poner en claro algunas ideas para ir despejando dudas acerca de la naturaleza de este baile.

Primero: A medida que avanzamos de nivel en las clases, acumulamos figuras. Cada vez mas figuras y cada vez mas complicadas.
Dentro de la clase se distingue inmediatamente al alumno que aparte de acudir a las clases, acude a la milonga, al menos, una vez a la semana, para practicar lo aprendido.
Es notable como se logra asimilar lo que se trata en clase con un estimulo más de baile en la semana.
Entonces, en las clases generales, donde acuden grupos de parejas, se van diferenciado entre si aquellas que toman la costumbre de acudir a las milongas, de las que, por diferentes motivos, no van.
Hay parejas que no piensan ir a la milonga hasta que se tenga una completa seguridad de cómo manejarse en la pista, y tener una idea clara acerca de los contenidos.
Lo que sucede es que se espera demasiado y lo ideal sería intentar practicar lo aprendido desde el primer día de clases.
En definitiva, una persona puede tomar clases durante años. Pero la verdad que el primer día que vaya a la milonga, va a ser su primer día por más que lleve años tomando clases, y tendrá las mismas inquietudes y las mismas trabas que las personas que pisan por primera vez una milonga.
Hay quienes piensan que ese doble estimulo semanal se tiene que traducir en una segunda clase. Pero si fuera así, tendríamos el doble de contenido acumulado en la cabeza y por lo tanto, doble trabajo en su posterior asimilación.
Aunque los profesores queramos proporcionar un guión para ayudar a los alumnos a moverse por la pista, no se puede ir en contra de la esencia de este baile puramente improvisado, en el que tiene que primar la imaginación y la interpretación. El profesor puede dar pistas, nociones, pero en el desarrollo de la libertad de posibilidades que proporciona el tango, es responsabilidad del alumno jugar con las alternativas que ha aprendido en clase.
Hasta que la experiencia no se venda en pastillas, se hace imperiosa la necesidad de practicar lo aprendido en la sala de baile, para encontrarle sentido a lo que se va viendo posteriormente en clase.

Segundo: Cuando los alumnos acuden a bailar por primera vez, algunos tienden a mirar en vez de bailar, hasta llegar a los que no dan un paso en toda la noche y se han quedado mirando, por miedo al ridículo, a los que bailan sin complejos por la pista.
“Había mucho nivel”.
Cuando se comienza a ir por las milongas, cualquiera que aparece en la pista tiene “nivel”. Esto puede condicionar de modo absurdo la confianza de los principiantes, que hasta que no eliminan la barrera de la vergüenza, no logran sentirse cómodos en la milonga.
Aparte, comienzan a confundirse las ideas de lo que se imparte en clase con lo que realmente se ve en la milonga.
Los alumnos ven como las parejas bailan “apiladas”, sin tener en cuenta que el tema de la postura, el acercamiento, es algo que se va madurando con el tiempo y la práctica.
No se puede enseñar a una persona que no domina su propio eje a que comparta eje con su pareja. Eso provoca vicios posturales irreparables.
Pero a la clase siguiente, después de lo visto en la milonga, los alumnos quieren saber porque están aprendiendo distinto de lo que comúnmente se baila. Deben comprender que el tema de los niveles se debe respetar al máximo, no por una cuestión de jerarquía, sino porque quemar etapas en el proceso de aprendizaje puede tener como consecuencia errores posturales y de movimientos que serán difíciles de corregir.
Cuando se comienza a bailar, se tiene que mantener una postura que nos permita estar cómodos y que podamos controlar el peso del cuerpo en eje, o sea, en un pie, haciendo equilibrio. Una vez que se tiene dominio del cuerpo suficiente para mantenerse en un pie y poder girar sobre este sin perder el equilibrio, es posible la búsqueda del acercamiento de la pareja hasta bailar apilados.
Las consecuencias de aquellos que aprenden primero el acercamiento de los cuerpos sin dominar su eje las soportan la pareja, que tiene que aguantar todo el peso de la falta de equilibrio del primero.
Es normal que el alumno que ve bailar a los demás, acercando los cuerpos, sienta deseos de hacer lo mismo, pero debe pasar primero por una etapa de aprendizaje en la cual sepa dominar el propio cuerpo sin que la pareja sufra el peso extra que provenga de un desequilibrio.
Por lo tanto, tiene que pasar primero por la etapa de un abrazo abierto y un abrazo medio, mas cercano, antes de pasar a entrar en contacto los cuerpos como en el apile.

Tercero: “Los bailarines no se desplazan”. Al principio, es necesario que los alumnos comiencen a desplazarse por la pista. Es más fácil un desplazamiento que una figura. Pero aparte de eso, los alumnos tienen que saber que la línea de baile se respeta y que se debe recorrer ese borde de la pista con desplazamientos.
El bailarín que lleva años de experiencia, tiende a hacer figuras en el sitio, a disfrutar los silencios, a moverse con lentitud en algunos momentos para atacar luego con alguna figura. Eso lleva tiempo de aprendizaje y de práctica. Y lo que se ve como movimiento sencillo (a los ojos de un principiante) puede ser, tal vez, algo muy complicado de ejecutar. Lo que sucede, es que el buen bailarín, lo hace sencillo.
El profesor puede insistir en que miren menos y que bailen mas. Pero a veces se hace imposible que el alumnado se dedique a bailar y no mire, ya que queda absorto con los movimientos que los bailarines experimentados realizan sobre el parquet.
En realidad, lo que no entiende el alumno, es porqué se tiene que desplazar si el resto de las personas hacen figuras en el sitio. La verdad es que en un principio, es necesario que se desplace y en determinadas ocasiones haga la figura que le apetezca, pero cuando se quedan practicando una figura en el mismo sitio durante mucho tiempo, porque le gusta o porque no le sale, se tapona la línea de baile impidiendo la circulación de los bailarines.
Sucede en sitios donde los alumnos han visto el tango como acumulación de figuras y se quedan estáticos en un lugar de la pista, haciendo de memoria lo aprendido durante las clases. Una figura detrás de otra. Cuando van a una milonga verdadera se ve que desentonan con la mayoría porque no siguen la misma dinámica en la pista.

Cuarto: “Tengo un lío de figuras en la cabeza impresionante”. Es normal que después de meses y años de aprendizaje, tengamos un cúmulo de figuras de tango bastante grande.
En realidad, el bailarín, cuando se manifiesta en el baile, utiliza un número limitado de recursos. Los que más le gustan, o los que mejor salen.
El profesor, imparte numerosos contenidos. Incluso lo que no le apetece practicar cuando él mismo va a bailar. Imparte contenidos para todos los gustos, para que el alumno elija que figura o desplazamientos o juego de piernas que va a formar parte de su repertorio.
¿Cuántas figura forman parte del repertorio de un bailarín cuando se pone a improvisar en la pista? ¿10? ¿20? ¿30?. No se sabe. Lo que sí se sabe es que cada uno tiene una cantidad de movimientos que practica constantemente. Esos movimientos se van cambiando por figuras nuevas que le parezcan más atractivas, más modernas, etc. Deja de hacer algunas del repertorio para incluir otras.
Entonces, el alumno, de todo lo que va viendo en clase, en vez de hacer un recuento de las figuras que ha visto (a modo de inventario), lo que tiene que hacer es practicar hasta encontrar las figuras con las que realmente se siente cómodo. A crear su selección. A proporcionarle estilo al baile a través de esas figuras. Es el camino a seguir para disfrutar el tango. No sale del ejercicio de memoria de la extensiva cantidad de movimientos vistos en clase. Sale del disfrute de aquello que hemos elegido para sacar a relucir en la pista.
Después, con el tiempo, y escuchando la música, nos damos cuenta que hay figuras para cada estilo de baile, y de que el carácter del tango que estamos escuchando nos imprime una forma de bailar, nos exige una dinámica y se va produciendo una selección natural de movimientos, de figuras apropiadas para cada momento.
El escuchar tango a menudo nos ayuda a predecir los impulsos que la música va a producir en el siguiente instante. La familiaridad con el tema musical nos permite mayor posibilidad de creación. De ahí la necesidad de ir a bailar y escuchar tango, para conocer sus temas y saber que hacer a cada momento.

Quinto: “Había mucha gente mirando”. Generalmente, en las milongas bien concebidas, la gente va a bailar y no a mirar. Llaman la atención, aquellas parejas o bailarines que han depurado la técnica, y con fineza, nos dejan embobados con sus movimientos.
Pero el tango es un baile “de adentro” donde los que bailan están enfrascados en la comunicación con la pareja y los que no están bailando, vigilando a quien van a sacar a bailar al tango siguiente.
No es un ámbito donde la gente vaya a sentarse a ver bailar a los demás. Por lo que no tiene que temer el bailarín poco experimentado, que lo van a estar registrando a ver si se equivoca o no.
El que acude a una milonga es porque sabe bailar, mucho o poco, no porque pasaba por allí y se sienta en la mesa a tomar un café y ver la gente pasar.
El miedo al ridículo es muy propio, muy personal. Los bailarines con experiencia se apresuran a minimizar las ideas absurdas de los principiantes, sin acordarse de que ellos fueron en su momento, victimas de los mismos temores.
Pero no deja de ser una idea sin fundamento. Cuando salimos a bailar nos da la sensación de que todo el mundo nos observa, pero no es más que una sensación, ya que el resto de los bailarines, hombres y mujeres del tango están pensando en su propio tango. En el que bailaron, bailan o bailarán.

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