La gente conoce el precio de todo pero el valor de nada. (Oscar Wilde)


A: Alumno que pide información.

P: Profesor

A – Hola, así que tienes una escuela de Tango. Pues, desearía informarme.
P – Muy bien. ¿Tiene algo de experiencia?
A – Bueno, he tomado clases un poco con algunos profesores.
P – Entonces tiene algo de nivel. Eso es importante saberlo.
A – O sea, nivel no tengo. He hecho algunas clases, pero no creo que tenga nivel.
P – En ese caso, la mejor opción es comenzar un grupo desde cero.
A – Ah, no. Comenzar de cero, de ninguna manera. Tampoco quiero comenzar con los básicos, nuevamente.
P – Bueno, piensa que no tiene nivel, pero tampoco quiere comenzar de cero..., a ver qué se puede hacer. Entiendo que es incómodo comenzar de cero muchas veces, pero tenga en cuenta que si entra en un grupo que ya esté empezado es posible que haya contenidos que no haya visto anteriormente y no los podría aprender como se debe.
A – Bueno, yo voy esta semana y ya me ves.
P – Disculpe, pero no trabajamos así. Tenemos que tener una idea del nivel que usted tiene y ver en qué grupo puede encajar.
A – En otros sitios yo iba y bailaba con la gente que estaba allí. No había tanto problema.
P – Entienda que para mí es más fácil decirle que venga a una clase, que baile cuando pueda y que se apañe con los contenidos a lo largo de las semanas. Es necesario que esté en un grupo adecuado a su nivel para que realmente aprenda.
A – ¿Y qué grupos tienes?, ¿en cuál me puedes meter?
P – Hay uno que tiene mes y medio, los jueves.
A – Allí puedo entrar perfectamente.
P – Lo que le decía, puede que haya contenidos que no haya visto y luego es incómodo para usted y para mí presionarle con los mismos. En todo caso, puede tomar una clase particular para nivelarse y, de paso, ver qué es lo que sabe y lo que no.
A – Uyy no..., una clase particular. ¿Y cuánto vale eso?
P – A ver, sería sólo una, sólo para encuadrarlo dentro de los contenidos que estamos viendo en ese grupo (le digo el precio).
A – Uuy, no. Muy caro. Preferiría evitar lo de la clase particular.
P – Está bien, comprendo. No quiere comenzar de cero, no quiere hacer la clase particular y quiere meterse en un grupo que ya ha comenzado aunque no sepa lo que han visto. Espero que su pareja tenga el mismo nivel que usted para que sea fácil pasarlo a otro grupo en caso de que no encaje en el de los jueves.

A – Es que no tengo pareja. Nunca ha sido ningún problema. Siempre que he ido a los sitios han tenido pareja para mí.
P – Bueno, por algo usted está cambiando de escuela, también. Intentaré buscarle a alguien que tenga el mismo nivel y que sea de la misma generación.
A – Oye, que yo no quiero ligar, ¿eh?
P – Y la pareja que le buscaré, seguramente, tampoco. Intento que sea de la misma generación porque es lo que más resultado da en el tiempo.
A – Bueno, si es un poco más joven, ningún problema, que yo me mantengo muy bien.
P – Será lo que haya, también. Hay que tener suerte, y es aproximado. Como entenderá, no es a la carta.
A – Ah, pero que sepa bailar, porque si no, es pesadísimo.
P – El tema es que, si supiera bailar, no vendría a aprender, y menos con usted.
A – Que se sepa mover, al menos, que en este camino me ha tocado cada pareja que era mejor sentarse.
P – Mire, mucha gente me llama y se apunta por teléfono. No sé mucho de la gente, sólo algunos detalles.
A – ¿Y qué es lo que valen las clases de grupo?
P – (Le digo el precio). Una clase semanal.
A – ¿La pareja?, ¿o por persona?
P – Por persona.
A – Uyy, ¡carísimo! En otros sitios pagaba mucho menos.
P – Mire, dudo que pagara mucho menos en otros sitios, que más o menos sé lo que se cobra. Y con respecto a si es caro, pues creo que es un precio razonable por el servicio que damos. Una cosa es no tener dinero y otra cosa es no querer gastárselo.

A – No, si dinero sí que tengo, pero sin embargo me sigue pareciendo caro. En otros sitios pagaba menos que eso.
P – Pero por ciertos motivos, usted no sigue aprendiendo allí. Lo barato le ha salido caro.

A – ¿Y hay mucha gente en las clases? Porque a mí no me gustan las clases con mucha gente. Cuanto menos, mejor.
P – Bueno, mejor para usted. Yo necesito que haya gente en las clases. De otra manera tendría que cerrar la escuela. Pero lo que le garantizo es que sale bailando Tango.
A – Bien, eso lo es lo que yo quiero. Tú, consígueme pareja que ya, si eso, voy.
P – No, esto no funciona así. Usted se decide si el precio y el horario le vienen bien y entonces me pongo en campaña para buscarle pareja. Si tuviera pareja, le diría que venga esta misma semana, pero como no la tiene, debe decidirse primero. No voy a llamar a nadie sin que antes me confirme su asistencia.
A – Es que no lo tengo claro del todo. A mí me viene mejor los lunes.
P – Comprendo, pero los lunes hay grupos que tienen todavía más tiempo que los del jueves.
A – ¿Podría ir a ver una clase?
P – Bien, ningún problema, pero recuerde de que no le servirá de nada acudir a ver una clase de un grupo al cual no asistirá.
A – Igualmente iría para hacerme una idea de cómo será el día que vaya a probar.
P – A ver, a la escuela no se va a probar. Uno se apunta, paga la cuota y acude a clase.
A – Ah, pero..., ¿y si no me gusta?
P – No perderá mucho dinero, y debe confiar en mi labor como profesor. Por algo usted me está pidiendo información, porque desea que yo le enseñe y porque le gusta como bailo.
A – Pues, veo mal que no pueda hacer una clase de prueba gratuita. En todos lados se hace.
P – Es que si en otros sitios, como si hacen el primer mes gratis, por algo lo harán también. Yo voy a esforzarme por enseñarle desde el primer minuto porque ya lo considero un alumno. Además, no creo que una clase pueda ser suficiente para que me pueda catalogar como buen o mal profesor.

A – Hay muchas condiciones en tu escuela.
P – Son las necesarias, pienso, para que podamos garantizar el aprendizaje y ofrecerle un buen servicio.
A – Mmmh, está bien. Déjame tu teléfono y ya te llamaré.
P – (Pienso: No me llamará)

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