Cómo y cuándo me hicieron ver que no sabía bailar.


A mediados de los ’90 se había anunciado en el puerto de mi ciudad, Bahía Blanca, un campeonato local de Tango Salón para aficionados. Aunque ya me creía experimentado, casi como un profesional, me apunté con todo el entusiasmo, con mi pareja de baile, convencidos de que íbamos a hacer un buen papel.
El torneo era al mediodía. Nos habíamos cambiado dos horas antes, debido a la ansiedad. La corbata apretaba y circulábamos con cuidado para no mancharnos la ropa por los alrededores del puerto. Se ofrecía marisco y vino tinto a los participantes. Como no me gusta el marisco, dos vasos de rebosantes de tinto entraron en mi estomago vacío.
Tambaleante pero eufórico, me preparé para la competición. Teníamos el número de participante colgando de un alfiler en el traje, y daba la sensación de una muestra de ganado en una exposición rural. Ridículo, pero intenté concentrarme en todos los pasos que conocía para reproducirlos en cuanto la música sonara.
Será por el vino, por la gente que estaba mirando, o por los nervios, pero realicé cada una de las figuras que conocía de forma acrobática, rápida y continuada. Con un gran bagaje de movimientos, me pavoneé por toda la pista, acentuando aún más la intensidad cuando pasaba por delante de los jueces. No sé si existe una filmación de esa competición, pero me gustaría tener acceso a ella para divertirme un rato, viendo de qué manera pretendía ganar saltando y girando de un sitio para otro.
Pasaron los tres temas de la primera ronda y esperábamos con atención el dictamen del jurado que anunciaba las parejas que seguirían compitiendo. Creo recordar que fui el primero al que eliminaron. Suponiendo que había una equivocación, me acerqué a la mesa y les sugerí que miraran bien, por si se habían confundido. No, en efecto, estaba fuera, y muy lejos.
Furioso y avergonzado, me tomé dos vasos más de vino, guardé el traje con cariño y me fui despotricando por el jurado, que a mi entender no tenía ni la más mínima idea acerca de lo que es el tango bien bailado. Me costó bastante encontrar la salida. El vino es traicionero cuando quiere.
A la noche, decidí acudir a la cena milonga post-campeonato, intentando ocultar el dolor de haber sido eliminado tan prontamente, sacando pecho y simulando que lo sucedido me importaba muy poco. En una de las mesas estaba sentado uno de los profesores que conformaban el jurado. Me acerqué a saludar con una sonrisa falsa (No me salía otra debido a mi estado de ánimo). El hombre me había leído apenas entrar por la puerta, y al estrechar mi mano no tardó en decir lo que pensaba:
-No se ofenda, Guillermo, pero es que Ud. no estaba bailando. Estaba haciendo figura tras figura sin sentido. Si le hubiese puesto una salsa en vez de un tango no se habría dado cuenta. El tango es otra cosa, al menos el Tango Salón. Ud. no hizo nada para pasar a la segunda ronda. Hizo todo lo contrario. Yo le aconsejo que comience a aprender a caminar nuevamente.
Soy pensante. Lento, pero pensante. Y si bien esa noche no bailé ningún tango porque la verdad estaba recorriendo mi cuerpo, buscando desesperadamente mi cerebro, baile millones de tangos después, hasta hoy. Pero con sentido. Escuchando, disfrutando, realmente. Comencé desde cero con profesores de tango salón, que me enseñaron lo que era el tiempo, la cadencia, el paso, el abrazo, el respeto y la orientación espacial dentro de la milonga.
Doy gracias a los que me abrieron los ojos y despertaron los sentidos. A los que, sencillamente, me marcaron el norte en el tango. Y si hoy en día, como profe, lo que enseño en algunas ocasiones parece algo inapropiado e inútil, créanme, es el camino más corto. No quiero abrirle los ojos a nadie. Deseo que no los cierren.

1 comentario:

Ricardo dijo...

Conocía algo de la historia y debo tener alguna filmación cercana a esa época o de alguna competencia efectuada en esa década . . . Muy bueno y atinado el comentario,a una gran mayoría nos puede pasar y a veces cuesta darnos cuenta que el aprendizaje es,tal vez eterno,al menos si uno busca superarse y crecer cada día.Si pensamos que ya lo sabemos todo,entonces está todo mal,no hemos entendido nada de nada . . .